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Jose Luis Najenson

ROMANCE DEL REY SALOMÓN

Y LA REINA DE SABA

José Luis Najenson

(Poema ganador de los Juegos Florales Santa Clara, Cuba, 18 de noviembre de 1999)

De día, la Reina brilla

como el cobre en las espadas,

de noche se vuelve sombra

entre las sombras hurtada.

El Rey la busca, sereno

sin prisa pero sin pausa,

como la noche anterior

y cada noche que pasa,

entre las horas furtivas

sobre su lecho de acacia,

porque la Reina es la noche

e igual que la noche aguarda.

 

No es sólo su piel, el roce

de su felina mirada,

la oscuridad de su vientre,

la negra luz de sus nalgas,

el suave vello que esconde

entre sus piernas delgadas,

el rocío de su cuello

o su voz, grave y alada,

sino el encanto que ronda

la magia de su palabra,

una sapiencia profunda

que trae en su sangre brava.

 

El Rey la mira, admirado

la escucha, aun si calla,

espera por sus preguntas

que son como perlas raras,

ofrendas de medianoche

manjares de madrugada,

que alegran el entrevero

de los cuerpos en la cama.

Y cuando el Rey le responde

con su magnífica calma,

brilla en sus ojos el fuego

de las panteras de Saba.

 

No hay amor como el amor

que en el ingenio se ampara,

la inteligencia es un sexo

que en el sexo se derrama.

Cuando ella partió, por fin

a su tierra, tan lejana,

el Rey extrañó esas noches

de juegos y adivinanzas,

mezclados con los fervores

de la alcoba soberana.

Siempre soñó el Rey con ella,

y que ella con él soñaba.

CON EÑE                       

José Luis Najenson

(Contribución a la “guerra por la eñe”)

Si no he de escribir sueño ni cariño

ni mañana, ni antaño, ni retoño

si no puedo nombrar a todo niño

ni restañar las tardes del otoño;

 

si ni siquiera he de añadir a España

donde el mapa de Europa se despeña

en colombino mar, ninguna hazaña

podré contar con la debida seña.

 

Si algún tacaño oidor, de puro ñoño

ha querido ensañarse con la eñe,

ceñuda y señorial, de cinta y moño,

 

le diré que es al ñudo* que se empeñe

pues nadie que escriba en español, ¡coño!

Puede abjurar de la pequeña eñe.

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